Para quienes pudieran ver a Amy Winehouse en sus últimas actuaciones,armada con una copa de vodka en una mano y el micro en la otramientras intentaba mantener el equilibro, la noticia de su muerte, hace apenas un mes, no les resultaría ninguna sorpresa. Vista su vida, sus fiestas y las letras de sus canciones, Amy iba en camino de convertirse en el prototipo perfecto de aquella frase tan célebre del 'vive rápido, muere joven y tendrás un bonito cadáver', de la que ella es sólo el último exponente.
Pero a pesar de la rebeldía declarada de la cantante, Winehouse sabía que estaba cayendo en un pozo o, por lo menos, la gente que tenía alrededor. De ahí sus entradas y salidas a varias, quizá muchas, clínicas de rehabilitación en un ir y venir más asiduo que cuando cantaba sobre el escenario.
Las pruebas toxicológicas en las que no se encontró rastro de ninguna sustancia peligrosa probaban la enésima intentona de una Winehouse que se quería apartar de las drogas y el alcohol; por ello las dudas han quedado abiertas: ¿De qué murió entonces? ¿Ha sido peor el remedio que la enfermedad?
Según una entrevista concedida al 'Daily Mirror', Mitch Winehouse, el padre de la criatura, culpa a los fármacos recetados a su hija y dice que han sido 'contribuyentes' de la muerte prematura de la cantante: "Tomó Librium, un relajante que se prescribe a quienes están en un proceso de desintoxicación, aunque aumenta el riesgo de sufrir convulsiones", asegura Mitch.
Sin embargo, los especialistas no están tan de acuerdo con estas declaraciones. Así, según explica a ELMUNDO.es Ana Ferrer, jefa de la Unidad de Toxicología Clínica del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza, "la mortalidad por este tipo de fármacos es prácticamente nula, por lo que su uso es muy común para tratar los síntomas del llamado síndrome de abstinencia del alcohol, que es el verdadero peligro", asegura esta especialista.http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/09/12/noticias/1315853928.html
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